Panes & Peces

Pa’ pendejo no se estudia…
En contadas ocasiones voy a fiestas, y no por huraño ni por mamón, sino porque las charlas terminan siempre en el pozo de las desgracias: Murió fulanito o fulanita; sufrió mucho… Sutano mató a golpes a mengana… Por vicioso está en la ruina… El hijo de perengano tiene una enfermedad incurable… Se ahorcó porque debía mucho, etcétera. Sin embargo, en una de esas contadas ocasiones, salió a relucir esta historia.
Un hombre de edad madura es diagnosticado con gangrena en la pierna izquierda. Ante los resultados el médico es contundente: Hay que amputar. El hombre de edad madura se resigna. Programan la cirugía y de inmediato es llevado al quirófano. Otro médico realizará la operación. Llega con retraso, se disculpa, ve las indicaciones y procede… amputando la pierna derecha. ¡La derecha!
Cuando el hombre de edad madura recupera la conciencia se da cuenta del terrible error. Angustia y rabia lo invaden. La lengua le pesa más que nunca. Entre el personal del Seguro Social hay silencio. El médico responsable huye sin que nadie lo detenga. La familia exige cárcel y una segunda intervención, para que el hombre de edad madura salve la vida. Y acá la ironía, el extraño sortilegio; lo impensable. Un segundo diagnóstico revela que la pierna gangrenada puede salvarse sin necesidad de cirugía.
Así Las preguntas se hacen obligadas: ¿Una pierna gangrenada no se distingue de una sana? ¿Cuál es la izquierda y la derecha en medicina? ¿Las enfermeras para qué están? ¿Cuántos casos así existen en un Seguro Social? ¿Por qué los doctores, donde no sanan, cortan? ¿Y la pierna amputada? Bien lo decía mi madre: Pa’ pendejo no se estudia.
En estos días se sabe de otro caso (de los muchos, tristemente), el de un niño al que le diagnostican una enfermedad en el ojo izquierdo, y recomiendan extirparle el globo ocular para evitar mayores daños (o daños colaterales, vaya usted a saber). Y acá de nuevo lo impensable, lo surrealista. La pregunta encabalgándose terca y oscura: ¿Cuál es la izquierda y la derecha en medicina? ¿Dónde arriba y dónde abajo? Al niño le extirpan el ojo sano. El hospital declara apegado al manual de los pretextos para todo evento u ocasión: Se siguió el procedimiento correcto. No hay más que declarar.
No lo dudo. La operación fue un éxito en lo técnico, pero una desgracia para el paciente, quien será ciego de los ojos (hay otras clases de ciegos, pero esos son un tema aparte). El precio de este desafortunado hecho no es medible. No habrá compensación para el niño y su familia, aunque se aplicara la Ley del talión (denominación tradicional de un principio jurídico de justicia retributiva, en el que la norma imponía un castigo que se identificaba con el crimen cometido, obteniéndose la reciprocidad), o en palabras más simples: el “ojo por ojo”, que en este triste caso hasta degenera en humor negro involuntario.
Si se aplicara la Ley mencionada, existirían en México hospitales repletos de enfermeros, enfermeras, doctores y doctoras mutilados, y muchos otros bajo tierra. Y si se aplicara en otros sectores o ámbitos, desaparecería la palabra “venganza”. Tal vez existirían Abecés, Ayotzinapaz, Tlatlayas, Acteales, Tlatelolcos, y demás linduras que dan lustre mundial a México, pero sus autores no, porque la Ley del talión se habría aplicado en proporcionalidad ejemplar, empleando las mismas acciones cometidas, en contra de ellos.
Seríamos Ciudades, Estados, Países, Repúblicas ejemplares, porque no se le haría a otros lo que no nos gustaría se hiciera a nosotros. ¡Uf! El Hombre Nuevo llegaría avasallante desde el idealismo hasta la realidad. Imagine usted la Ley del talión aplicada a la vida cotidiana, donde casi todo sería justo –a chaleco, pero justo- , y en caso de cometer una barbaridad, saber que existe una compensación. ¿No sería maravilloso?… ¿Que se corre el riesgo de aniquilar a la especie? Tampoco estaría mal, lo merecemos. (Antonio López)
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